En la entrega del diario maestro de hoy voy a hablaros de ilusiones frustradas y de reencuentros. Sí, porque esta semana pasada, aprovechando un compromiso, viajé a Madrid y aproveché la visita para reencontrarme con mis antiguos colegas y mis alumnos y alumnas del cole en el que estuve trabajando este pasado curso.
Fue curioso, extraño y algo "triste" ser testigo de cómo la vida del centro volvía a su plena ebullición y ser mero espectador externo, un visitante y no un protagonista de ello. No obstante, fue un placer reencontrarme con los compañer@s y amig@s, recibir buenos deseos y consejos, y aún hoy, ayuda e ideas.
Era estupendo poder, por un momento, volver a ser partícipe de las nuevas propuestas planteadas por tu antigua compañera de nivel, o ese momento mágico de reencuentro con tus pequeñas fierecillas. No podré olvidar sus caras de sorpresa mayúscula, de sonrisas cómplices e incuso tímidas y desconfiadas. Los ojos como platos y un silencio inusual que llenaban la clase.
Y no voy a negar que fue extraño ver como caminaban de la mano de otra profesional, de su verdadera maestra (y es que, al fin y al cabo, los interinos somos un poco usurpadores de un cargo provisional que no nos corresponde). Supuso un fin de ciclo, un cierre al comprobar "in situ" el relevo del testigo.
Y los días pasan, las listas se mueven, a veces mucho, otras, con una lentitud inquietante. Y por el momento, las ansias y la incertidumbre por lograr una vacante o una sustitución se acrecentan y el desasosiego aumenta. Y es que, un maestr@ sin niñ@s, se siente como un campo sin vacas: desganado.
Fue curioso, extraño y algo "triste" ser testigo de cómo la vida del centro volvía a su plena ebullición y ser mero espectador externo, un visitante y no un protagonista de ello. No obstante, fue un placer reencontrarme con los compañer@s y amig@s, recibir buenos deseos y consejos, y aún hoy, ayuda e ideas.
Era estupendo poder, por un momento, volver a ser partícipe de las nuevas propuestas planteadas por tu antigua compañera de nivel, o ese momento mágico de reencuentro con tus pequeñas fierecillas. No podré olvidar sus caras de sorpresa mayúscula, de sonrisas cómplices e incuso tímidas y desconfiadas. Los ojos como platos y un silencio inusual que llenaban la clase.
Y no voy a negar que fue extraño ver como caminaban de la mano de otra profesional, de su verdadera maestra (y es que, al fin y al cabo, los interinos somos un poco usurpadores de un cargo provisional que no nos corresponde). Supuso un fin de ciclo, un cierre al comprobar "in situ" el relevo del testigo.
Y los días pasan, las listas se mueven, a veces mucho, otras, con una lentitud inquietante. Y por el momento, las ansias y la incertidumbre por lograr una vacante o una sustitución se acrecentan y el desasosiego aumenta. Y es que, un maestr@ sin niñ@s, se siente como un campo sin vacas: desganado.